Las ferrerías eran fábricas que trabajaban sin descanso, día y noche, a relevos. Los trabajadores encargados del horno descansaban cuando se accionaba el mazo, y viceversa. Para aprovechar al máximo los cambios de turno se construían unas cabañas de madera en los mismos almacenes o junto al taller, instalaciones precarias que servían para ofrecer unos servicios mínimos a los trabajadores.