El mineral de hierro que se obtenía de las minas, no era introducido directamente en el horno de la ferrería. Primero tenía que ser calcinado en unos hornos especiales que llamaban arragoas y que solían situarse junto a las fábricas El mineral, al ser quemado o tostado, perdía humedad y 2/9 partes de su peso, adelantando el trabajo que se llevaría a cabo en el horno bajo, además de facilitar la eliminación de impurezas y la trituración de mineral. Suponía, a su vez, un ahorro de carbón, ya que en la calcinación se utilizaba madera de desecho, argoma y combustibles de escasa importancia. Existían diferentes maneras de arragoar: en hornillos, en hoyos o arragoazulos, o en campo abierto.