Oficiales

Entre los trabajadores de la ferrería existían diferentes tipos de oficiales que, dependiendo de la labor que desempeñaban, adquirían una categoría y una denominación El ferrón era quien llevaba a cabo la explotación de la ferrería que, por lo general, no era de su propiedad. Las instalaciones las arrendaba a un tercero -concejos, pequeña nobleza…- y el contrato se fijaba por periodos de cuatro años. Se han registrado casos en los que, al fallecer el ferrón antes de haber finalizado el contrato de arrendamiento, ha sido su mujer la que, con ayuda de otro hombre, se ha encargado de la explotación de la ferrería.

Horno bajo. Campaña de arqueología experimental (Agorregi, 1994)

Quien ocupaba el cargo más importante entre los trabajadores era el maestre de los oficiales, también llamado arotza. Además de coordinar al resto de los oficiales era el encargado de los temas relacionados con el proceso del mazo. Solía ser el mismo ferrón quien se encargaba de estas labores; era conocido como maestre macero, forjador, adelgazador o tirador, y contaba siempre con un ayudante. El fundidor (´undidor´, ´urtzaille´), que por lo general solían ser dos por ferrería, se encargaba del proceso que comenzaba con el aprovisionamiento tanto de mineral de hierro como de carbón y terminaba con la obtención de la agoa. Los aprendices, también llamados prestador, marmitón o ´gatzamaille´ ofrecían servicio a los diferentes ferrones hasta que se especializaban en un trabajo concreto y conseguían, de esa manera, el grado de oficial. Se encargaban de diferentes trabajos secundarios que a medida que avanzaban en edad se convertían en labores que requerían mayor responsabilidad y fuerza. Entre otros trabajos se ocupaban de picar la mena por lo que en algunos documentos son citados como ´mealle´.

Aunque teóricamente los días festivos de un ferrón se fijaban en relación a los días religiosos y domingos, se conserva documentación que induce a pensar que los ferrones no asistían habitualmente a las festividades religiosas. Incluso existía en Legazpia una creencia por la que se consideraba que los ferrones eran hijos de ´gentiles´ y ´no-cristianos´. El horario laboral era duro y no estaba establecido con anterioridad, ya que los descansos dependían directamente del proceso de reducción del hierro. A esto había que sumar que el horno no se apagaba en ningún momento los días laborables, funcionando las 24 horas del día. El trabajo de la ferrería finalizaba la noche del sábado y comenzaba de nuevo la noche del día siguiente. Sin embargo, al encontrarse el horno todavía apagado, eran los aprendices quienes trabajaban la noche del domingo.



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